Levine

Friday, August 25, 2006

El Dios ecuménico

Tiro Libre
Gregorio Jácome Moreno

Federico Nietzche en boca de Zaratustra pregonaba que Dios había muerto, Ignacio Ramírez, liberal mexicano mejor conocido como el "Nigromante" de plano negaba la existencia de Dios argumentando que "las cosas de la naturaleza se mueven por sí mismas". Nunca faltan quienes contradicen a estos dos grandes ateos, por ejemplo, el poeta Mario Benedeti ha dicho que la única prueba empírica que tenemos de la existencia de Dios es aquella mano de Maradona contra los ingleses en el Mundial de México 86. Más osado todavía, el escritor mexicano Juan Villoro va más allá y se atreve, sin el menor empacho, a describirnos la forma del Ser Supremo: "Dios es redondo".

No es exagerado decir que debemos presenciar con el mismo asombro de quien observa un milagro la aparición en el mercado literario de una obra dedicada al futbol. En medio del caudal de títulos que se presentan como novedad, en verdad es digno de comentar que uno de ellos se ocupe del futbol y sus secuelas más allá del campo, digamos de su aspecto fenomenológico. "Dios es redondo" de Juan Villoro es esa joya preciada de la que hablamos.

Villoro transita por los géneros literarios como aquel jugador polivalente que dentro de la cancha se acopla a todas las posiciones, incluso la de portero. Los textos villorianos de futbol aparecen con la misma frescura que una crítica a Chejov, que una crónica de un concierto de los Rollings, que un cuento o que una novela, que un guión cinematográfico, un artículo periodístico o que una historia para niños. Estos cambios de ritmo solo son posibles en el crack que tuvo a Monterroso como su mentor y primer director técnico.

La literatura aplicada al futbol ha tenido grandes detractores, de Wilde a Borges, un clan de intelectuales invidentes han despotricado idioteces en contra del futbol desde su gabinete. El futbol, un deporte elevado a categoría social les ha pasado inadvertido. En contrapeso, poco a poco se suman escritores que movidos quizá por las infinitas posibilidades literarias que ofrece el futbol, de vez cuando sacan a la luz notas de prosa ágil y elegante. Se me ocurre, por lo pronto, los españoles Javier Marías, amanuense del Real Madrid, y Vázquez Montalbán rapsoda del Barsa. En América destacan las plumas de Jorge Valdano, que además fue jugador, y por supuesto el charrúa Eduardo Galeano, decano del genero y que de haber jugado al futbol seguramente se hubiera apropiado de la banda izquierda nada sumiso a las decisiones arbitrales.

En México no se ve en el horizonte otra pluma que la de Villoro hablando de futbol, habrá quienes se le acerquen, periodistas de origen o exfutbolistas que creen que por haber cobrado por jugar les da licencia para escribir. La literatura es algo más, un terreno de juego sagrado no apto para profanos advenedizos.
La vocación de Juan Villoro por la literatura y la escritura tienen un orígen común. No le llamó la atención el mundo de los libres gracias a su padre el filosofo, sino, óiganlo bien, a un cronista deportivo. El comentarista Angél Fernández, que narraba los partidos como épicas, definió su gusto por el futbol y su pasión por la literatura.

El libro se disfruta como si fuera un partido de ida y vuelta con llegadas de peligro en ambas porterías, no se entretiene el balón en media cancha. En uno de los apartados Villoro narra su afición por el Necaxa y sugiere pistas para indagar desde el punto de vista psicológico como el irle a un equipo y no a otro van definiendo la personalidad de sus fieles. Al igual que los Rayos Villoro es un estoico que ha picado piedra para situarse entre los elegidos. Desde su regreso de España, portando en el pecho el premio Herralde por su novela "El testigo" no ha hecho otra cosa que aparecer en programas de opinión y tuvo una rescatable participación en el programa deportivo de Televisa en la pasada justa mundialista de Alemania.

Su biografía se equipara en algo a la del Necaxa. Hubo una época en que solo acudían al azteca veinte personas cuando ganó sus títulos en los 90´s y en solitario el presidente Ernesto Zedillo seguía una insípida transmisión desde Los Pinos. La directiva tardó en darse cuenta que los seguidores del Necaxa se encontraban en Aguascalientes y miles llenan ahora su estadio. En esa proporción han crecido los lectores de Villoro (pregúntenle a Alfaguara). Solo que a diferencia de los Rayos que es incomodo jugarles, a Villoro se le lee y nunca decepciona.

Se van abriendo los caminos para el duelo futbol vs literatura, el resultado es un vistoso empate. El futbol como la realidad en es cierta medida una ficción que se recicla en cada jornada, en cada estadio, y en cada aficionado que deposita toda su fe en esa religión fundamentalista que es el futbol. No podemos estar más acuerdo, por mi parte, ya va siendo hora de dejar a un lado mi ateísmo, en este punto coincido con Villoro: "Dios es redondo y bota en forma inespera"

Saturday, August 05, 2006

El Barça en México


* Estaba preparando un artículo sobre la visita a México del Barcelona cuando ayer viernes me encontre en las editoriales del periódico Reforma este artículo escrito por Juan Villoro. No hubo nada más que agregar por lo que a continuación lo reproduzco en Levine, blog abierto a todos aquellos que hablan y escriben sobre futbol. GJM

El Barça en México

El Barça en México
Juan Villoro

Referente esencial del catalanismo, el Barcelona es mucho más que un club. De acuerdo con su mayor evangelista, Manuel Vázquez Montalbán, el equipo azulgrana logró articular el sentido de la identidad en una época en que la dictadura mancillaba las diferencias: "En la supervivencia del Barça se ha consumado uno de los escasos salvamentos del naufragio. Es el Barça la única institución legal que une al hombre de la calle con la Cataluña que pudo haber sido y no fue". El sueño de un país se ha cumplido en forma compensatoria en los domingos del Camp Nou.

El actual campeón de Europa ha llegado a México con la prisa de los importantes, a bordo de un avión de la compañía de Nicky Lauda, astro de la Fórmula 1. Una campaña relámpago de marketing y diplomacia deportiva. Monterrey tomó la estafeta del Forum de las Culturas celebrado en Barcelona y el equipo se presenta como puente simbólico entre ambas ciudades. Además, en su alineación ocurren dos tiempos mexicanos: Rafa Márquez consolida su trayectoria en la defensa y Giovani dos Santos promete ilusiones en la delantera. Pero la historia mexicana del Barça viene de más lejos.

En 1937 el club donde Samitier había chutado prodigios no tenía una peseta en sus cajones y los directivos temían que los jugadores fueran movilizados al frente en la guerra civil. El Barça apenas disputaba algunos partidos de despiste con equipos valencianos y no se vislumbraba la hora en que pudiera hablarse de una liga española.Cataluña era un bastión republicano, pero no todas las fuerzas políticas tenían en alta estima al FC Barcelona. El gobierno de la Generalitat, presidido por Lluís Companys, consideraba que había que preservar al club como un emblema del catalanismo. En cambio, el Comité de Milicias Antifascistas juzgaba que los futbolistas debían asimilarse a la situación histórica, ocupándose de cosas más urgentes que dominar un balón.En
Homenaje a Cataluña, George Orwell dejó constancia de la forma en que un pueblo convirtió sus convicciones en barricadas y soportó los bombardeos hasta la derrota.

¿Tenía sentido salvar un equipo en tiempos en que no podía salvarse la ciudad? Algunos activistas se empeñaron en la desmedida tarea de que el Barça no se sometiera a otra justicia que los goles.A fines de 1936 llegó una invitación para hacer una gira por México el siguiente año. En principio, el asunto tenía interés económico (en las arcas del club ya sólo vivía un ratón), pero a medida que se agravaba la situación política, el viaje se convirtió en una suerte de escape. En su libro El Barça en guerra, Josep M. Solé i Sabaté y Jordi Finestres definen este episodio como "La gira salvadora".

El presidente Cárdenas se involucró en las gestiones: la llegada del Barça anticipó la política de asilo a los republicanos. Por su parte, el presidente Companys apoyó los preparativos en un clima de profética nostalgia. El 18 de mayo de 1937 el FC Barcelona subió a un tren con una alineación que no volvería a jugar en la ciudad condal. El equipo sobreviviría con la intangible condición de las leyendas.En medio de la crisis se volvió importante el miembro más humilde del personal, ese hombre que nadie advierte hasta que un semidiós se viene abajo y es revivido con una esponja muy gastada: el masajista. En la presente época de gloria y caviar del equipo conviene recordar a Àngel Mur Navarro, cuyo principal oficio era el entusiasmo y que se unió a la gira como masajista de última hora. Más de una vez, en los ratos sin brújula del exilio, Mur Navarro levantó los ánimos.

Nadie aliviaría más dolores que él en nombre del barcelonismo. De 1937 a 1973 el masajista forjado en la guerra atestiguaría eminentes calambres sobre el césped y acompañaría a los jugadores como una sombra imprescindible.El Barcelona ganó cuatro partidos en México y perdió dos, participó en toda clase de verbenas, actos democráticos, cenas en el Orfeo Catalˆ. El Universal saludó su desempeño en estos términos: "El Barcelona ganó o perdió y ni sus victorias le hicieron perder la cabeza ni las derrotas, los bríos".Las paellas vernáculas le supieron bien a los jugadores.

De los 11 titulares, nueve se quedaron en México y dos se exiliaron en Francia. Los suplentes que regresaron a España tuvieron que esperar hasta la temporada 1941-42 para volver a vestir la camiseta blaugrana. Es mucho lo que nuestro futbol le debe a la impronta de los catalanes republicanos. Baste recordar a Mart" Ventolrˆ, cuya recia quijada anticipaba tiros al ángulo, y a su hijo Martín, que deslumbraría a mi generación y participaría en el Mundial de México 70.El presidente Companys, que apoyó la gira salvadora, fue fusilado en Montjuic, donde ahora se alza el estadio que lleva su nombre. Ante sus verdugos, Companys se quitó los zapatos. No sintió las balas: sintió la tierra de Cataluña. Sus descendientes siguieron la ruta de la emigración. Hoy, su nieta María Luisa Gally Companys dirige con acierto el colegio Luis Vives en la Ciudad de México."La Cataluña que pudo ser y no fue", escribe Vázquez Montalbán.

El Barça encontró refugio transitorio en México, pero se salvó al precio de desmembrarse.Sólo Àngel Mur Navarro parecía determinado a regresar bajo el sol Mediterráneo. Ahora que el Barça cosecha millones y trofeos conviene recordar el momento en que se dispersaba hacia canchas sin dictaduras.El equipo hubiera perdurado como una quimera de no ser porque algunos volvieron al sitio del origen. El Barça del Ronaldinho que ganó el Balón de Oro no existiría sin esa sencilla y tenaz resistencia.En 1937 los jugadores decidieron sobrevivir en México y Francia con otros uniformes. Pero el Barcelona no se destruyó: inició su camino de regreso con la fuerza de la fragilidad, animado por un masajista sin otro recurso que una esponja.