Levine

Thursday, August 18, 2005

Amarillas y Rojas

Tiro Libre

Gregorio Jácome Moreno

En cualquier drama que se escenifique siempre hay un actor que hace las veces de villano, representa la mala voluntad hacia los protagonistas. La literatura y la historia universal están plagadas de antagonistas celebres. Del mismo modo, el mal se escabulle en otros ámbitos de la realidad y se personifica en hombres que adoran a Cronos, portan un silbato, visten de negro y de la bolsa sacan tarjetas amarillas y rojas como si fuera el máximo placer de su profesión.

El arbitro de futbol es un ser vacunado de por vida contra la ofensa, su labor dentro de la cancha buena o mala siempre despertará la ira de los aficionados, locales o visitantes. Como todo buen juez nunca queda bien con todos, siempre habrá una parte que se sentirá afectada, robada. Aunque su labor consiste en limitarse a aplicar el reglamento, su duda ocurre ante las jugadas de apreciación, y aquí es cuando sucede eso que trasciende a los cuerpos arbitrales y que alcanza al ciudadano común, me refiero a la interpretación de la Ley. Tal interpretación es el motivo por el que se desencadenan discusiones de pasillo en las que rara vez se coincide con el criterio arbitral.

La labor fundamental de un juez es la de regular y sancionar, la de contener la violencia, no provocarla. Un buen partido se puede echar a perder cuando el arbitro pierde la ecuanimidad y es incapaz de mantener el temperamento, se vuelve un juego áspero, sucio, esos partidos se ven como aquellos párrafos a los que a propósito se le ha deformado la ortografía.
Por otro lado, hay jugadores que son unos verdaderos artistas, lectores de Usigli, son maestros de la gesticulación. Si bien es cierto que hay sanción para quien convierte el área de penalti en una alberca de clavados, también debería haber otra más rigurosa para aquellos que yacen inmóviles sobre el césped y al ser traslados por la camilla a la banda se levantan corriendo como resucitados. Sí, hay mucha simulación en los jugadores, sin embargo, el arbitraje en general debería asumir una actitud más humilde y reconocer que algunas veces, muchas veces, también se equivoca.

Que yo sepa el único árbitro que ha conseguido la titánica proeza de cosechar aplausos en vez de insultos ha sido el italiano Pierre Luigi Collina, con su memorable calva como icono, Collina ha sido designado seis veces el mejor árbitro del mundo, ha pitado juegos de la Champion´s League, Olimpiadas, Copa UEFA y Eurocopa, además ha conseguido el máximo logro al que puede aspirar un silbante: dirigir la final de la Copa del Mundo, Collina pitó la final Brasil vs Alemania en el Mundial Corea – Japón 2002. Estemos seguros que el carácter y la serenidad de este arbitro puede hacer que un juego tan rispido como por ejemplo un Estados Unidos vs Irak parezca un juego de señoritas.

El arbitraje es un tema mucho más complejo, no se limita a una cuantas reglas, sino a todo lo que transciende al silbante. Por ejemplo, su relación con los jerarcas de la Comisión de Arbitraje, con sus compañeros del gremio, su vida privada que determina su estado anímico sentimental, su predisposición por algún equipo en particular. En el terreno de las discusiones la verdad es que no es agradable discernir sobre una jugada mal sancionada, sería mejor comentar una gran atajada o un gol con técnica depurada. Lo cierto es que los árbitros seguirán siendo los malos de la película en tanto continúen los descuidos de percepción y sigan creyendo que son precisamente los hombres de negro quienes brindan el espectáculo dentro del campo.