Levine

Wednesday, July 13, 2005

Un crack mexicano

Tiro Libre
Gregorio Jácome Moreno

“Y un buen día, la diosa del viento besa el pie del hombre, el maltratado, el despreciado pie, y de ese beso nace el ídolo del fútbol” Eduardo Galeano

Que el hombre no es acaso una consecuencia de casualidades que se van sucediendo una a una en el transcurso de su precaria existencia. Cuanta distancia separa a una posibilidad de un acontecimiento consumado. En que línea del tiempo, en que espacio se encuentra el hubiera ocurriendo como un hecho real. El hubiera, siempre el hubiera.

Semejantes interrogantes se entrecruzan con la lectura del libro “Un crack mexicano, Alberto Onofre” de Agustín del Moral Tejeda. Una historia que se ocupa de la biografía, sinónimo de frustración, del mejor medio creativo que ha nacido en nuestro país. Jugador de excepción, maestro del empeine, Onofre es aquél joven prodigio de Chivas que sufrió una fractura de tibia y peroné a solo tres días de la inauguración del mundial “México 70”. Destinado a ser la gran figura de la selección en la justa mundialista, aquella fractura termino con las ilusiones de todo un país y con la carrera de un joven que se quedo en promesa. Dicen quienes lo vieron jugar que en la media cancha era una especie de Tomás Boy y Benjamín Galindo reunidos en una sola persona.

Agustín del Moral utiliza la primera persona en su narración, como si el propio Onofre estuviera contando su vida en retrospectiva. Algo extraño sucede con los cracks que sus inicios en el fútbol siempre tienen mucho de sufrimiento, la infancia de Maradona en Villa Fiorito, la niñez de los futuros astros en las fabelas brasileñas. Onofre es el quinto de diez hermanos, su padre un tornero que trabajaba por cuenta propia en la colonia El Fresno, un suburbio al sur de Guadalajara en donde el desarrollo urbano era precario y se podía jugar al fútbol en cualquier terreno baldío. La desdicha ocurría en casa de los Onofre cada vez que Alberto regresaba de jugar, su padre lo golpeaba con las bandas del torno, situación que no mermo el empeño del muchacho de algún día de jugar en el equipo “campeonísimo” de sus ídolos.

Su proceso de iniciación sucedió de manera normal: juveniles, reservas profesionales y equipo grande. Onofre debuto en primera división gracias a que las Chivas de Guadalajara eran la base de la selección que fue a Inglaterra en 1966. A partir de ahí no dejo la titularidad del “rebaño sagrado” y luego de ser nombrado el novato del año fue convocado a la selección que ganó la medalla de oro en los juegos panamericanos de Winnipeg en 1967. Aunque no participó en la selección olímpica del 68, su nivel de juego aumento el año siguiente y se convirtió en pieza fundamental para que Guadalajara se coronara campeón en 1969. La convocatoria a la selección mundialista del 70 fue automática.

Al concluir la temporada 1969 cuando todos hablaban de Onofre como el mejor jugador de la temporada la pluma sensata de Ignacio Matus asentó: “Para ser sincero y hablar con realidad, le colocaría el titulo del “futbolista más prometedor”, el que enseña facultades para llegar al nivel de los mejores jugadores que el fútbol mexicano ha tenido, el que nos ha hecho renacer las esperanzas de contar en un plazo perentorio con un jugador de serie.”

Los jugadores se concentraron cinco meses antes del mundial bajo las ordenes de Raúl Cárdenas, eran entrenamientos que iniciaban a las siete de la mañana con la exigencia que el mundial ameritaba. Onofre era el punto de referencia, tenía por fuerza que tocar todos los balones que salían de la defensa y entregarlos, con ventaja, a los delanteros. El esquema táctico ofensivo de Cárdenas giraba entorno a su juego de líder indiscutible.

De pronto, ocurrió la tragedia y todo México se paralizó al saber la noticia: Onofre se había fracturado y era imposible que jugara el mundial. La tragedia sucedió en el centro de capacitación, a tres días de inauguración contra la Unión Soviética, a unos cuantos minutos de que terminara el último interescuadras. Onofre y Juan Manuel Alejándrez, medio del contención de Cruz Azul y seleccionado nacional disputaron un balón dividido, el pasto estaba húmedo, Onofre resbaló, llegó a la jugada sin fuerza y el choque produjo que el tobillo izquierdo se le doblara hasta casi topar con el suelo.

Cuando la ambulancia llegó al hospital escoltada por patrullas, el doctor Pérez Teuffer le pidió a Onofre que se quitará la camisa de la selección y se pusiera una bata, el jugador se negó y portó la camiseta verde durante la cirugía con gran espíritu patriótico. Desde el actor “Clavillazo” hasta el Gobernador de Jalisco acudieron a darle ánimos a Onofre. Del Moral Tejeda cuenta que aquella aciaga tarde se encerró en su habitación y arrojado en la cama sucumbió a un llanto inconsolable, esa escena se reprodujo en millones de hogares mexicanos.

La prensa mexicana se ocupo de la noticia. Antonio Andere comentó: “Se había erigido en el mariscal, en el orquestador del seleccionado. Y en torno a él florecieron las más caras esperanzas”. Flavio Zavala ,por su parte, escribió: “Muy pronto se sintió cómodo vistiendo la camiseta nacional. Cómodo y suficiente, hasta constituirse en un jugador clave dentro del andamiaje táctico de equipo”. Y Manuel Seyde describió la tragedia como una ausencia irreparable: “Por fin le abrieron una pequeña puerta a Onofre y éste se instaló desde luego como el hombre de la media cancha: distribución, penetración, audacia, imaginación, dominio del terreno, etc;…Y como era el eje de un equipo en donde no existe eje, ni líder, ni hombre clave, tenía que atravesarse, repentinamente, una fractura en un entrenamiento”.

Actualmente Onofre no tiene ninguna relación con las Chivas ni con el fútbol, vive del torno, la antigua empresa familiar. Alejándrez tampoco jugó el mundial, no pudo reponerse moralmente y termino pronto su carrera futbolística, al igual que Onofre vive en Guadalajara: “En una que otra vez hemos coincidido en los partidos de veteranos, dice Onofre, nos saludamos, platicamos un par de minutos y hasta la próxima. Por supuesto, nunca hemos hablado de aquella tarde, al menos yo no tengo la intención de hacerlo, ¿para qué?”.

Agustín del Moral siente una preferencia por los vencidos y se pregunta por que no escogió biografiar la vida de un triunfador. Por ejemplo, la del goleador Enrique Borja o la de Ignacio “El cuate” Calderón, portero titular de la selección, campeón con Guadalajara y galán de fotonovelas. Pero no. Decidió por Alberto Onofre, una gloria fallida del fútbol mexicano quien, según dice:”El fútbol fue un momento de mi vida. Un momento importante, pero sólo un momento. Me hubiera gustado llegar más lejos, pero no se pudo. Por otro lado, creo que en la vida hay otras cosas tan o más importantes que el fútbol.



Un crack mexicano, Alberto Onofre
Agustín del Moral Tejeda
Universidad Veracruzana, 2003, 152 p.