Levine

Thursday, September 16, 2004

Independencia, Reforma del Estado*

Gregorio Jácome Moreno

Los Tratados firmados en la ciudad de Córdoba entre Agustín de Iturbide y Juan de O´Donuju en agosto de 1821, consumaron la lucha de independencia iniciada por el cura Miguel Hidalgo en la ciudad de Dolores la madrugada del 15 de septiembre de 1810. Después de casi tres siglos de dominio español, México, el país naciente, se encontró con una realidad que le era desconocida: la libertad para el ejercicio del autogobierno, o en otras palabras, la independencia de la Corona española.

México pues, nació a la vida independiente sin una idea clara de lo queríamos ser como nación y con una desorganización en las instituciones del Estado. No definíamos con claridad si aspirábamos a un gobierno monárquico o republicano, las luchas internas entre conservadores y liberales fue la causa de múltiples golpes de Estado e inclusive de cruentas guerras internas como la de Reforma a mediar el siglo XIX. Por si fuera poco, a este clima de inestabilidad anexamos las invasiones extranjeras a nuestro territorio. El problema era que no había un acuerdo consensado entre los diferentes grupos de poder para poder alcanzar un Estado fuerte que sirviera como referente para resolver los problemas internos.

A principios del siglo XXI, México tiene una composición política plural en donde voces multicolores son escuchadas en pleno ejercicio de sus libertades y garantías ciudadanas. Sin embargo, también son múltiples los problemas que deben de atenderse desde los espacios de la política y administración pública. El camino no se presenta como en siglo XIX, las guerras son ya innecesarias, ahora corresponde al Estado una transformación de fondo pero desde las instituciones, a este debate se le ha denominado Reforma del Estado, en cuya agenda ya se encuentran algunos temas que deben ser tratados por las instancias competentes.

Los temas de los que se ha hablado para poder llevar a cabo la reforma del Estado se pueden clasificar en dos grandes incisos, por una parte, los concernientes al ámbito de las reformas políticas, dentro de los cuales hallamos temas transcendentes como: a) el equilibrio y fortalecimiento de los poderes, b) federalismo, municipios y autonomías, c) derechos humanos, seguridad y justicia y d)sistema electoral y representativo.

Por otro lado, son necesarias las reformas que competen a las áreas de desarrollo económico y social como puede ser: a) desarrollo económico, fomento a la economía interna, política financiera y suficiencia en el sistema bancario, b)energía y recursos naturales, c)finanzas públicas, reforma fiscal distributiva y d) reforma laboral y social.

Algunos de estos apartados son de extrema urgencia, otros se tendrán que ir matizando de acuerdo a consensos, nunca a desacuerdos. Serían propuestas emanadas del debate libre e inteligente de ideas para posteriormente plasmarlas dentro de la normatividad jurídica que nos rige, puesto que, como señala Muñoz Ledo, uno de los actores principales en el impulso de la reforma del Estado: “La esencia de todo pacto en verdad relevante debiera ser su concreción jurídica y por lo tanto su carácter obligatorio, como corresponde a un estado de derecho.

La lección que nos da la historia de México en el siglo XIX es clara: si persistimos en el afán de anteponer intereses que desembocan en la lucha de facciones por conquistar el poder, estaremos al borde de sumirnos en un abismo ante la falta de proyecto de nación que contemple políticas públicas estables encaminadas a desertar la pobreza, a crear empleos, a garantizar la educación y la salud, y a combatir a fondo la seguridad y los negocios ilícitos.

*Publicado en "Crónica de Xalapa", 14 de septiembre 2004








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