Levine

Tuesday, August 10, 2004

Locke y la tolerancia*

Gregorio Jácome Moreno

Al inicio de este siglo XXI uno de los retos importantes de las naciones es entender los contenidos de ese proceso universal irrenunciable llamado globalización y sus consecuencias. Esta se ha convertido en una poderosa fuerza de atracción con la necesidad de encontrar concepciones del mundo generalizadas. Sin embargo, subyacen en el presente otras corrientes no menos intensas de oposición a esta tendencia mundial, llámese relativismo cultural, motivos de identidad o pluralidad étnica.

Ambas nociones tiran de un lado y otro de la cuerda, la tensión generado es el estado de angustia e incertidumbre en que vive la humanidad. Solo así se explica la aparición en escena de las repúblicas fragmentadas, los golpes de Estado, economías subalternas, guerras interétnicas. Uno de los problemas es que el hombre a lo largo de toda la historia no ha sabido entender o aceptar sus diferencias cualquiera que estas sean: políticas, religiosas o raciales, lo cual ha ocasionado las más grandes guerras y desordenes sociales vistos hasta ahora.

El filosofo y ensayista inglés John Locke quien indagaba acerca del entendimiento humano, introdujo una palabra que resulta imprescindible para lograr un acercamiento a la manera ideal de cómo debemos entendernos: tolerancia. A Locke le toco vivir la guerra civil de su país, salió huyendo hacia Alemania y se refugio en Holanda, por lo cual en experiencia propia la intolerancia. A pesar de ello, Locke vio como las instituciones republicanas iban poco a poco poniendo fin al poder absoluto de los reyes y de las élites religiosas. Al igual que Descartes Locke afirmaba que el conocimiento del hombre se da a través de los sentidos rechazando ideas innatas en él. Por tanto, el ser humano “tiene propiedad sobre su propia persona”.

Si para Thomas Hobbes lo primero es el Estado para Locke es el individuo, convertido en un referente del liberalismo político, Locke insiste en que el hombre nace libre por definición y todos debemos velar por esa libertad. A la institución que debe preservar los derechos naturales del hombre la denomino “sociedad política”, en donde “cada uno de sus miembros ha abandonando su poder natural confiriéndolo a las manos de la comunidad”. Pero como en toda sociedad plural habrá diferencias es cuando aparece la tolerancia hacia los demás. Libertad y tolerancia, conceptos hermanos que no tienen porque separarse uno del otro.

Posteriormente Locke hace un primer intento por separar las competencias de la sociedad política y la religiosa, para Locke “el Estado es una sociedad constituida para conservar y organizar intereses civiles, como la vida, la libertad, la salud, la protección personal así como la posesión de las cosas exteriores”, pero el Estado no debe intrometerse en “la salvación de las almas”. Locke entiende la religión como un fenómeno individual consistente en “la persuasión de la conciencia, sin la cual nada puede agradar a Dios”.

De lo anterior se retoman tres conclusiones: los derechos naturales que tienen todos los hombres, una institución política organizada para garantizar tales derechos y un Estado acotado por la sociedad civil. Pero sobre todo a Locke lo acompaña una obsesión por la libertad, por el derecho de cada quien a obtener un patrimonio y por una autoridad obligada a cuidar las garantías de los ciudadanos. Los conceptos de Locke serían retomados y perfeccionados por Montesquieu cuya división de poderes constituye la base de la construcción del Estado moderno democrático.

Universalismo y particularismo, globalización y relativismo cultural, son categorías antagónicas y a la vez complementarias en el contexto mundial actual. Reguladas por la tolerancia hacia la diversidad harían de las relaciones del hombre un factor de convivencia entre diferentes culturas con formas distintas de entender al mundo. El pensamiento de John Locke se puede tomar como una instancia indispensable a la cual hay que concurrir para encontrar los canales adecuados de entendimiento y comprensión entre los hombres.

Nota: Los entrecomillados pertenecen al libro Cartas sobre la tolerancia de John Locke, México, Aguilar, 1972.

*Artículo publicado en "Crónica de Xalapa", 10 de Agosto 2004




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