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Tuesday, September 28, 2004

El mito del diluvio*

Gregorio Jácome Moreno

El mito del diluvio

Gregorio Jácome Moreno

Cuando ocurre un desastre ecológico de grandes dimensiones ocasionado por algún terremoto, inundación, sequía o tormenta, el hombre por asociación atribuye a dicho fenómeno alguna designación divina debido a algún mal comportamiento. Los ecocidios muestran con claridad la relación entre pecado y destrucción ambiental. En este sentido es el diluvio el fenómeno natural que aparece con mayor reiteración en las narraciones mitológicas así como en la literatura universal.

Por ejemplo, la mitología Sumeria documenta un diluvio ordenado por los dioses después de una junta en Shurappack, pueblo a orillas del río Eufrates. La tormenta duró seis días y seis noches. Solo sobrevivió un humano de nombre Uta – Napishtim quien advertido por el dios Ea, construyó una barca a donde llevó a su familia y animales para posteriormente repoblar la tierra. El paralelismo se observa en la narración hebrea del Génesis en donde Dios, juez y verdugo, ordena el diluvio para desterrar la corrupción humana. Aunque no se precisa en que consistía la maldad del hombre solamente Noé fue el agraciado para encontrar salvación. Dios habló: “Y he aquí que voy a inundar la tierra con diluvio de aguas, para hacer morir toda carne en que hay espíritu de vida debajo del cielo; Todas cuantas cosas hay en la tierra perecerán” (Génesis 6, 17). Así durante 40 días y 40 noches: “Las aguas sobrepujaron desmesuradamente la tierra, y vinieron a cubrirse todos los montes encumbrados debajo de todo el cielo” (Génesis 7, 19).

En el México prehispánico el mito del diluvio también aparece en algunos relatos como en el “Popol – Vuh”, libro escrito en el siglo XVI que señala las leyendas y los mitos transmitidos de generación en generación de los mayas, antiguos pobladores de la península de Yucatán y parte de centroamérica. El texto citado señala que al principio fueron creados los venados y las aves, sin embargo, fueron destruidos porque los animales no adoraban a los dioses. Decidieron los dioses crear al hombre, no al hombre definitivo sino a una especie de muñecos hechos de madera quienes: “Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijos, pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su creador, de su formador, caminaban sin rumbo y andaban a gatas”. Más adelante se lee que: “Una inundación fue producida por el corazón del cielo; un gran diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo”. (Popul – Vuh). Nuevamente aquí se vuelve a plantear la destrucción de la especie por causa de un problema moral, a falta de amor del hombre hacia sus creadores, estos deciden eliminarlo, a fin de mejorar la especie.

En la literatura también encontramos diluvios memorables como el ocurrido en Macondo en el “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez donde: “Llovió cuatro años, once meses y dos días…Se desempedraba el cielo en unas tempestades de estropicio, y el norte mandaba unos huracanes que despostillaron techos y derribaron paredes y desenterraron de raíz las ultimas cepas de las plantaciones.”


Para Aureliano, personaje de la novela, el diluvio fue causado por el progreso tecnológico, por problemas de acumulación y monocultivo, y por la incapacidad de los hombres de valorar sus actos: “Su punto de vista, contrario a la interpretación general, era que Macondo fue un lugar próspero y bien encaminado hasta que lo desordenó y lo corrompió y lo exprimió la compañía bananera, cuyos ingenieros provocaron el diluvio como un pretexto para eludir compromisos con los trabajadores”. El diluvio es el principio del fin para Macondo, a partir de ahí continúa un proceso destructivo hasta que “la ciudad de los espejos “ desaparece “arrasada por el viento”. (Cien años de soledad, Gabriel García Márquez, 1967).

Estos mitos y narraciones ponen de manifiesto la asociación entre el desastre natural y el sentimiento de culpa. Lo cierto es que el hombre de manera consciente ha actuado irracionalmente al romper los equilibrios naturales en el medio ambiente, al explotar los recursos inmoderadamente. El hombre no controla su conducta hacia el ecosistema, cuando se da cuenta de las consecuencias negativas ya es demasiado tarde para arrepentirse.

*Publicado en "Crónica de Xalapa", Martes 28 de septiembre, 2004

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