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Friday, May 12, 2006

Futbol: guerra y pasión




Tiro Libre
Gregorio Jácome Moreno

Carl Von Clausewitz decía que la política era la continuación de la guerra por otros medios quizá más pacíficos. Parafraseando al estratega alemán diría que el futbol es la expresión lúdica de la guerra representada sobre una cancha de pasto. Esta interpretación suele ser imperceptible al ojo de aficionado común, lo cierto es que durante los noventa minutos de juego más la prorroga se pueden apreciar en el funcionamiento de un equipo, escenificaciones de táctica elemental cuyo fin es conquistar la meta del contrario mediante el gol.

Cada jugador cumple una tarea según su posición, si no todo sería un caos al estilo del rugby. Hay quienes están dotados para defender y otros para atacar, hay quienes se mueven por las bandas y quienes juegan por el centro, jugadores que golpean y otros que son unas verdaderas damas. Y hay un excluido cuyas reglas son diferentes que las del resto: el portero permanece recluido en su área conteniendo bajo los tres postes los embates del enemigo.

Al igual que en el campo de batalla, las formaciones, claro, se pueden modificar según el gusto del entrenador o bien por las exigencias que presenta el rival y la misma dinámica del juego. Desde el clásico 4-3-3 al 5-3-2 actual. Aunque hay entrenadores que el papel anuncian tales cuadros, en la practica resultan tan defensivos que se puede ver un avaro 9 – 1. Juegan al contraataque.

En el futbol la posesión del balón es sinónimo de dominio territorial. Naturalmente siempre serán más vistosos aquellos equipos que propongan un juego ofensivo. Una vez iniciado un ataque este no debe cesar hasta liquidar al rival, eliminar sus puntos de referencia y destruir sus fuerzas de defensa. A la par del director técnico, lo optimo es que cada equipo cuente con un mariscal de campo dentro de la cancha que se encargue de organizar, disciplinar y liderar a los compañeros.

Como en la guerra, en el futbol no todo debiera ser tan mecánico, o no debiera serlo. Y es que predomina una tendencia en el futbol mundial a mantener un orden táctico rígido que rara vez se sale del script. Los técnicos debieran de darle más libertad a los jugadores, un artillero también puede ser utilizado como elemento de infantería. Por ello es que lucen tanto los jugadores que se atreven a ser diferentes. Digamos como Ronaldhino, Tierry Henry o Rooney que les gusta de improvisar sobre la marcha jugadas de ensueño. Son jugadores más cercanos a la poesía que al ensayo.

Por otra parte, los entrenadores de éxito no se limitan a llenar pizarrones con flechas y dar instrucciones. Hay quienes como Fabio Capello de la Juventus o José Mourinho del Chelsea que se dedican a hostigar a sus jugadores hasta sacarle lo mejor de sí, los torturan psicológicamente y los convierten en unos perfectos alienados que actúan al tronido de sus dedos. Semejante tiranía se traduce en títulos. Estos estrategas tienen en común que nunca jugaron al futbol, al menos de manera destacada. Sin embargo son expertos en la teoría aplicada del futbol e iniciados en el análisis meticuloso de las fortalezas y debilidades de sus contrarios.

Hay otras tantas similitudes entre la guerra y el futbol. Si aquella se refiere a la aniquilación bélica del enemigo y la toma de sus propiedades territoriales, el futbol se juega por mero ejercicio físico, por dinero y en el mejor de los casos por placer. También se juega para renovar los sentimientos de filiación en millones de personas. En todo el mundo se han incubado enemistades históricas entre los equipos locales. Son verdaderas batallas civiles. Los clásicos son la sal del juego. River Plate – Boca Junior´s, Inter – Milan, Real Madrid – Barcelona, Celtics – Rangers, América – Chivas. El resultado de estos partidos va más allá del juego convirtiéndose en un marcador colectivo. Quienes sufren la derrota son víctimas de la humillación del odiado rival y sus seguidores, en cambio, para quien triunfa siente como si hubiera aniquilado al enemigo y tomado sus propiedades.

Antes de cada partido los jugadores en el vestidor hacen todo un ritual comparado a los preparativos con que el soldado se dispone a entrar en batalla. A todo esto agregamos que cada equipo tiene un símbolo que funciona como icono representativo, también cuenta con unos colores que son sagrados y que tapizan el estadio cuando juegan de local. En la guerra y en el futbol son indispensables estas marcas de identidad para reconocer a los nuestros. A veces al aficionado no le basta con que su equipo juegue bien, toque el balón por todo el campo y sea constante en sus aproximaciones de peligro. Lo que realmente importa en el futbol es el gol, no encuentro mayor exaltación catártica humana que el ese festejo esperado desde el inicio del juego, cuando el gol cae, una horda de aficionados llega al éxtasis extremo y agita en todo lo alto las banderas como muestra de que los suyos han ganado una batalla, una más de la interminable guerra lúdica que es el futbol.

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